Es una noche cerrada cuando un
muchacho que vuelve a casa en su coche descubre en el borde de la carretera una
chica que hace autostop. La chica parece aterrorizada y helada, por lo que el
chaval decide pararse, ayudarla y acompañarla a casa. Como suponía, ella estaba
helada, por lo que le presta su chaqueta. La chica no es muy habladora así que
es él quien habla casi todo el trayecto.
A la mañana siguiente el muchacho
se da cuenta que la muchacha se llevó su chaqueta a casa. Para recuperarla (y
para volver a verla, pues le gustó) decide volver a la casa de ella, donde la
había dejado la noche. Cuando llama a la puerta una señora no muy mayor, pero
sí desmejorada, le abre la puerta. Él le explica lo sucedido y pregunta por su
hija. Conforme el relato del chico avanzaba la mujer palidecía más y más.
Terminó rompiendo a llorar.
Tras recuperarse del shock inicial,
la mujer le pide un momento al chico, entra al interior de la casa y vuelve al
poco tiempo con una foto. Se la muestra al chico. Es una foto en la que sale la
chica de la noche anterior. La dama llena de dolor y con la cara llena de
lágrimas le cuenta que la chica era su hija. Era. Murió en un accidente de
coche un año atrás en la misma carretera en la que supuesta-mente la encontró.
La noche anterior exactamente era el aniversario de su muerte. El chico,
escéptico, va al cementerio a comprobar si es cierto lo que dice. Y allí el
terror le inmoviliza y le hace palidecer. Sobre una tumba, la tumba de la
muchacha, estaba su chaqueta.